¿Alumnos violentos? ¿Qué hacer?


¡Qué caótica situación la de tener que lidiar diariamente con un alumno que no para de molestar y agredir a sus compañeros! ¿Cuál es la solución? Se preguntará usted, estimado compañero maestro, pues en esta publicación podrá encontrar algunas respuestas que innegablemente le serán de gran utilidad.

Antes que nada demos por sentado que el profesor NO ES EL RESPONSABLE de las conductas violentas de un escolar.

Aunque sí es verdad que el quehacer del docente puede influir significativamente en el comportamiento de sus alumnos, no debemos caer en la tendencia obsoleta de simplemente echar la culpa al profesor, por una supuesta falta de preparación y dominio de estrategias para mantener la disciplina en el aula; sin embargo, aunque así fuere, lo ideal sería reconocer el problema de fondo, que claramente no es el profesor. Y con esto no se quiere dar a entender que nosotros, los maestros, no debamos prepararnos continuamente ni aprender de nuestras experiencias, al contrario, es imprescindible que el docente sea un buen ejemplo, y que establezca reglas y consecuencias coherentes y legales de manera democrática con sus alumnos, pero la simple emisión de reglas y consecuencias no garantiza por sí sola, que un estudiante pase de ser una persona violenta a alguien solidario, empático y tolerante con sus semejantes.

Existen múltiples factores sociales, biológicos y los resultantes de la interacción entre éstos dos, que conducen a un niño o adolescente a ser alguien agresivo.

Los Factores sociales ocurren cuando la acción que ejercen las personas más cercanas sobre el niño provocan en él, cierto trauma o daño psicológico, ya sea una falta de afecto familiar, constantes insultos, agresiones físicas o abusos sexuales que crearán en la víctima un patrón de violencia que repetirá en el aula, al ser algo que está recibiendo cotidianamente en su hogar.

Los Factores biológicos tienen que ver con el estado del cerebro del niño.
  • Sabemos que en el cerebro existen diversas áreas con funciones específicas, pues bien, existe un área denominada córtex prefrontal que es la encargada de inhibir determinadas conductas, es decir, cuando en un niño emerge el impulso de lanzar objetos a alguno de sus compañeros el córtex prefrontal se encargaría de decirle al niño “espera, no lo hagas. Recuerda que la regla es respetar a tus compañeros y si la rompes habrá una consecuencia”; pero si en el niño no funciona adecuadamente ésta área, no habrá un control inhibidor, no habrá un límite que le indique al estudiante hasta dónde puede llegar con sus conductas.
  • Otro malfuncionamiento puede ocurrir en el hipocampo, que entre sus múltiples funciones se encuentra la de generar aprendizajes y reconstruir recuerdos. Si el niño no recuerda las consecuencias morales y legales de sus conductas disruptivas no tendrá motivos para mostrar respeto hacia sus compañeros.
  • Finalmente, recordemos que entre las neuronas se da una comunicación electroquímica y entre las sustancias químicas que se transmiten de una neurona a otra está la serotonina. Diversas investigaciones han demostrado que cuando existe algún desorden que impide que la serotonina ocupe espacio en el cerebro, se incrementa la agresividad. Por lo que, se han desarrollado fármacos como la fluoxetina que impide que la serotonina se fije en sus receptores y se acumule más de ella en el cerebro.

Asimismo tenemos los factores interactivos, se dan, como lo dice su nombre, cuando interactúan los factores sociales con los biológicos y viceversa. Por ejemplo, cuando un padre de familia efectúa un fuerte golpe en la cabeza de su hijo afectando seriamente el córtex prefrontal, área encargada de inhibir comportamientos inadecuados.

Una vez identificados los factores que ocasionan las conductas violentas es preciso actuar conforme a los resultados obtenidos.

El sistema educativo de cada país cuenta con protocolos de actuación frente a situaciones de violencia particulares, no obstante, si éstos se reducen netamente a decirle al profesor que mejore su práctica pedagógica o simplemente a emitir un informe de la agresión cometida y efectuar reuniones familiares o círculos restaurativos en donde se les pida a los padres del agresor que sean más afectuosos con su representado no se llegará a ningún lado.

Si se ha identificado que existe un malfuncionamiento en el fluido de la serotonina en el cerebro, pues se debería proporcionar un tratamiento farmacológico que regule esta situación. Si se ha identificado que el problema radica especialmente en el trato que se le da al niño en el hogar, lo correcto sería proporcionar una psicoterapia individual y familiar, estableciendo compromisos de todas las partes y realizando un acompañamiento psicosocial puntual y responsable por parte del equipo psicológico que esté a cargo de la institución.

Sin embargo, en todo caso, lo ideal sería precisar de los dos tratamientos: el farmacológico y la psicoterapia. Solamente así se brindará un trato rápido, conciso y ameno para que el estudiante no sólo pueda refrenarse mejor, sino que también sepa cómo gestionar adecuadamente los impulsos y estímulos exteriores (Coccaro, 2003).
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Bibliografía
  • Coccaro, Emil F., Aggresion. Psychatric Assessment and Treatment, Marcel Dekker, Nueva York, 2003.
  • Punset, Eduardo., El Alma está en el cerebro, Planeta S.A., Barcelona, 2006.


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