¿Qué hacer cuando un alumno no aprende?
Hace algún tiempo había escrito una entrada redactando sobre
las diferentes razones por las cuales no aprende un alumno, de manera general. Pero en esta ocasión, quiero concretar acerca
de qué pautas de acción podemos seguir cuando notamos que la falta de
aprendizajes prevalece en algunos estudiantes.
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Pero antes de pasar a ver cuáles son tales pautas de acción,
es conveniente revisar información teórica básica que nos permita sustentar
nuestra práctica educativa.
Existen ciertas posturas que tienden a ser duras con los
participantes del proceso de enseñanza-aprendizaje, en ciertas ocasiones culpan
despiadadamente a los maestros, y en otras ocasiones condenan al estudiante
como el único responsable del bajo rendimiento académico.
Pues si bien hay casos en los que realmente el docente no ha
optado por unas estrategias didácticas adecuadas, y hay casos en los que el
alumno no se compromete con los procesos académicos a pesar de que el profesor
desarrolla sus clases de la manera más didáctica posible; también se presentan
casos en los que ni el profesor, ni el alumno tienen la culpa. Esto generalmente
se da cuando el discente presenta dificultades
de aprendizaje.
Desde esta perspectiva, primero resulta imprescindible que
conozcamos bien el concepto de dificultades de aprendizaje, término que ha
recibido muchos significados, pero que se puede observar cierto consenso
algunos criterios. Así, podemos deducir que las dificultades de aprendizaje son
ciertas condiciones de aprendizaje en el
sujeto que le provocan un retraso en el desarrollo intelectual y comportamental,
que están relacionadas con la ineficiencia en procesos psicológicos básicos
como la percepción, el lenguaje, el cálculo matemático, la atención y la memoria, y que suelen perdurar a lo largo
del ciclo vital, pero que no tienen que ver con la deprivación cultural,
dificultades sensoriales o motrices, retraso mental, instrucción escolar
ineficaz ni problemas socioemocionales (Kirk, 1962; Bateman, 1965; NACHC,
1975; NJCLD, 1981, 1988; Kirk y Gallagher, 1983; ICLD, 1987; DSM-IV-TR, 2002).
De este modo, la primera pauta de acción es realizar el
diagnóstico docente, la segunda es establecer el diagnóstico
psicopedagógico y la tercera es definir las adaptaciones
curriculares pertinentes.
Diagnóstico docente
El diagnóstico docente, es aquel que realiza el profesor en
base a las observaciones realizadas sobre el rendimiento y las conductas del
estudiante, a lo largo de los días del ciclo académico. En este diagnóstico el
maestro distingue si el niño no aprende por una instrucción educativa
inadecuada (culpa del maestro), si no aprende por una falta de compromiso
propio (culpa del estudiante), o si no aprende por una dificultad de
aprendizaje (no hay culpa en ser alguno).
Para realizar este diagnóstico debemos considerar algunos
criterios elementales, tales como:
La duración.- Cuando vemos que el discente no aprende, incluso
con el pasar del tiempo.
El retraso en el aprendizaje en comparación con los demás.- Cuando observamos que la mayor parte de
estudiantes avanza y aprende con normalidad, pero el estudiante con problemas
no muestra progreso alguno.
El esfuerzo realizado por el estudiante.- Cuando vemos que el
discente se esfuerza y hace todo lo
posible, ya sea para concentrarse, leer, escribir, hablar, memorizar o realizar
cálculos matemáticos adecuadamente, pero a pesar de los esfuerzos realizados, no
consigue avanzar.
La didáctica desarrollada por el maestro.- Cuando el maestro ya
ha optado por diferentes métodos y técnicas de enseñanza, utilizado una variedad
de recursos didácticos, presentado los contenidos en todos los lenguajes
posibles (simbólico, semántico, visual y auditivo), considerado los conocimientos
previos y desarrollo cognitivo del discente; pero aun así, permanece con
problemas para aprender y adquirir las destrezas planteadas.
En contraste, cuando vemos que la mayor parte de los
estudiantes no aprende; sin duda alguna el error está en la metodología
didáctica adoptada por el profesor; y en este caso, lo necesario será buscar
nuevas formas de enseñanza y no culpar duramente a todos los estudiantes a los
que se atiende.
Después de haber establecido que los problemas se deben a
una posible falta de aprendizaje, mediante las diferentes observaciones y
anotaciones realizadas, será necesario definir el diagnóstico psicopedagógico.
Diagnóstico psicopedagógico.
Esta tarea le pertenece a un profesional especializado en el
campo, lo correcto sería informar a los padres del estudiante sobre la situación
del estudiante, para fijar una cita con el psicopedagogo en la que se pueda
presentar el caso, entregando todos los registros de observación y trabajos realizados por el niño, para que posteriormente
se realice el debido diagnóstico psicopedagógico y así se nos proporcione las
indicaciones que deberemos seguir para el desarrollo continuo del educando.
Adaptaciones curriculares
En el caso de que el diagnóstico nos indique la presencia
real de una dificultad de aprendizaje, deberemos realizar las adaptaciones
curriculares necesarias, de tal modo que los contenidos curriculares se adecuen
a las necesidades y posibilidades del discente. El tema de las adaptaciones
curriculares es muy amplio, ya que cada dificultad de aprendizaje, conlleva un
modo distinto de adaptar la enseñanza, por lo que se desarrollará este tema en
otra publicación.
Las pautas prácticas anteriormente señaladas, se resumen en
el siguiente algoritmo:
- Anotar las conductas manifestadas en todas las observaciones realizadas
- Presentar el registro anecdótico con las conductas observadas y trabajos realizados por el niño al psicopedagogo
- Citar al padre de familia y al niño para informarle sobre la situación académica y conductual del discente, así como para establecer una fecha para realizar el debido diagnóstico
- Darle el tiempo y espacio necesario al psicopedagogo para que realice los exámenes y pruebas necesarias para el diagnóstico.
- Luego de que se haya establecido el diagnóstico, escuchar con atención las indicaciones dadas por el psicopedagogo y resolver con solvencia las adaptaciones curriculares pertinentes.
No obstante, tampoco podemos caer en reduccionismos en
primera instancia y únicamente atribuir las dificultades de aprendizaje a las
deficiencias psicológicas del sujeto; al contrario, también es importante que
prestemos atención a su entorno educativo, tanto al contexto familiar como al contexto
escolar. Diversos autores postulan que es la familia o la cultura a la que pertenece
el sujeto, la que impide o dificulta su proceso de evolución y aprendizaje,
debido a que no proporciona los estímulos adecuados o las oportunidades de
desarrollo suficientes para crecer tanto en el ámbito cognitivo como perceptivo-motriz
(Bernstein, 1974; Laosa, 1981). Mientras
tanto, otros investigadores demuestran que es el mismo sistema educativo,
incluyendo el modo de enseñanza del profesor y los materiales que emplea los
que obstaculizan la adquisición de las competencias básicas de aprendizaje (Pearl,
Donahue y Bryan, 1986). Por lo tanto, si
este es el caso es la familia, la sociedad y la escuela en general quien tiene
que cambiar su enfoque y modo de proceder para crear unas condiciones
educativas favorables para el sano desarrollo del individuo.
A modo de reflexión podemos inferir que los maestros no
somos omnipotentes, no podemos resolver cada problema que padece el niño ya sea
de tipo emocional o cognitivo; no podemos
lograr que todos los niños alcancen los mismo resultados al mismo tiempo, no
sabemos qué clase de problemas está padeciendo el niño o adolescente en su
hogar, tampoco tenemos la culpa de la poca estimulación cognitiva y afectiva
que haya recibido y reciba cada ser en sus hogares, o que los maestros
anteriores no se hayan responsabilizado como es debido de la formación
académica del estudiante. Lo que sí podemos hacer es acompañarle en el camino,
animarle a esforzarse y luchar por sus sueños, darle a cada educando la
oportunidad de aprender y de avanzar a su ritmo y según sus necesidades, jamás
desistir de confiar en él y nunca dejar de brindarle afecto; creo que éstas son
los campos de acción esenciales que nos
permitirían cumplir nuestra labor de educadores.
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Bibliografía:
- Bateman, B. D. (1973). Educational implications of minimal brain dysfunction. En F.F. Cruz, B. Fox y R. M. Roberts (Eds.), Minimal Brain Dysfunctions. New York: Academic Sciences.
- Bernstein, M. C. (1974). Reading methods and materials based on linguistic principles for basic and remedial instruction. Academic Therapy Quartely, 2, 149-154.
- Kirk, S. A. (1962a). Behavioral diagnosis and remediation of learning disabilities. Conference on exploration into the problems on the perceptually handicapped childm first annual meeting.
- Laosa, L. M. (1981). Maternal behavior sociocultural diversity inmodes of family interaction. En R. Hederson (Ed.), Parent-child interaction: theory, research and prospects. New York: Academic Press.
- Pearl, R., Donahue, M. y Bryan, T. (1986). Social relationship of learning disabled children. En J. K. Torgesen y B. Y. L. Wong (Eds.), Psychology and educational perspective on learning disabilities. San Diego, C. A.: Academic Press.
- Gallego, J. y Rodríguez, A. (2012). Bases teóricas y de investigación en Educación Especial. Madrid, España: Pirámide.
- González, M. (2016). Prevención de las dificultades de aprendizaje.Madrid, España: Pirámide.
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